Tengo trabajo, casa y coche. ¿Por qué iba a protestar si, así a bote pronto, todo me va bien?
Pues porque
una cosa es haber tenido suerte y otra muy diferente es ser
voluntariamente ciego ante las injusticias que ocurren alrededor. Me
sobran motivos para salir a la calle y gritar a los cuatro vientos
que estoy harto y no pienso seguir aguantando…
Primero,
estoy harto de que se ‘privaticen
las ganancias y se socialicen las pérdidas’. Esta seguramente sea la expresión que mejor describe el camino que
han escogido por nosotros
para sacarnos de la crisis. Bajo el sofisma de “hemos vivido por
encima de nuestras posibilidades” junto al manido “no hay
alternativa” y el clásico “es la herencia del anterior gobierno”
se dan a sí mismos luz verde para hacer todo lo que prometieron no
hacer y más: Subir los impuestos, recortar en sanidad y educación,
implantar el copago, reforma laboral…
Sí, “hemos
despilfarrado” y “debemos remar todos en la misma dirección”,
pero me da que sólo nos están obligando a remar a los de siempre,
mientras, los que se han enriquecido
por encima de nuestras
posibilidades están como si
la cosa no fuera con ellos porque tienen a los políticos (a los que
votamos) cogidos por los huevos.
Mientras se
suceden los desahucios los bancos que los ejecutan son rescatados con
dinero público; se sube el IRPF pero no se gravan las
plusvalías de las empresas que más facturan; se abarata el despido
pero apenas se tocan los contratos blindados; a la gente la echan a
la calle con una mano delante y otra detrás mientras los directivos
y consejeros financieros cuya avaricia y pésima gestión
nos ha llevado a la ruina reciben prejubilaciones de decenas de
millones de euros; a los funcionarios se les rebaja el sueldo
mientras los políticos aprovechan cualquier oportunidad para fumarse
las incompatibilidades...y así.
Segundo,
estoy harto de que los más chorizos sean los que menos
posibilidades tienen de acabar entre rejas. A estas alturas he
perdido la cuenta de cuántos políticos y personajes cercanos al
poder (y a la corona) están imputados por casos de corrupción o
estafa y siguen en la calle (o se han librado de la cárcel,
directamente) al tiempo que se criminaliza la protesta, se aporrea a
manifestantes pacíficos y se “fuerza el código penal” para
detener activistas en plan Hollywoodiense
y mantenerlos días y días en el calabozo…
Uno puede
estar a favor de los recortes, no estar de acuerdo con las protestas
o incluso, dependiendo del nivel de sociopatía de cada uno, ver con
buenos ojos que a los indignados “les
den lo suyo”, lo que no se
puede negar es que el agravio comparativo entre los que más roban y
los que más molestan existe y no es pequeño.
Necesitamos
urgentemente muestras de ‘justicia clásica’ para no perder
definitivamente la fe en ésta.
Tercero,
estoy harto de que los políticos recurran a enrevesados eufemismos
para manipular la percepción de la realidad y no llamen a las cosas
por su nombre. A veces sobrestiman la estupidez del electorado (no
voy a negar que nos lo hemos ganado a pulso) y no se dan cuenta de
que, llegados a este punto, la gente valora más al personaje que da
la cara que al que se dedica a dar rodeos con el lenguaje. Si nos van
a “meter un palo por el culo” que no lo llamen “introducir un
elemento de solidaridad cilíndrico y alargado por el extremo final
del aparato excretor unidireccional” que no les pagamos por
sílabas. A veces pienso que tiran más tiempo pensando en cómo
decir las cosas para decirlas sin que parezca que hayan dicho lo que
realmente han querido decir que haciéndolas. Supongo que para eso
necesitan tantos asesores…
Cuarto,
estoy harto de los que tienen la conciencia de vacaciones. Aún hay
muchísima gente que, mientras no le toquen lo suyo, pasa de todo;
excusan su pasividad con topicazos sobre la política que me
recuerdan tristemente a los mismos que usaba yo cuando tenía 14 años
y no quería tener que preocuparme por nada. En otras ocasiones
directamente critican “las pintas” de los que se manifiestan,
hasta donde yo sé nadie obliga a nadie a quedarse en casa, por lo
que resulta gracioso que alguien que nunca ha salido a defender lo
suyo critique las pintas de quien sí lo hace...a lo mejor si la
gente que sólo sabe criticar SALIERA a manifestarse la relación
“perroflautas”/”gente de bien” sería menos "desfavorable".
El lavado
de cerebro más efectivo es aquel en el que las opiniones ya están
escritas. Yo no sé nada de casi nada, pero al menos me he molestado en
informarme de lo que ocurre y ver que algo no encaja. Tampoco soy una
‘hermanita de la caridad’, pero no miro para otro lado cuando veo
que todo se derrumba. Tampoco soy padre, pero sé que lo que ocurra
ahora marcará el porvenir de las futuras generaciones, incluyendo la
mía.
Una visión
conformista, individualista y cortoplacista no hace más que darle
alas al problema, y aún nos consideraremos con la autoridad moral
para quejarnos, o peor, para quejarnos de los que se quejan…
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