Foto con licencia C.C. por Ricard Cuplés
Antes de escribir artículos de opinión me gusta recopilar hechos, empaparme de las opiniones de los demás y ver diferentes puntos de vista; ni vivo de esto, ni me sobra el tiempo, exponer lo que pasa por mi mente es una simple afición por lo que prefiero dejar enfriar las cosas y digerirlas tranquilamente antes de decir lo que pienso, así que tras esta justificación por el retraso ahí va mi disertación sobre el "caso Megaupload":
Marco legal y “moral”.
Si las acusaciones sobre Kim Dotcom Schmitz y su equipo son ciertas me parecerá lógico que acabe con sus huesos en la cárcel, pero no hemos de pasar por
alto que habrá sido juzgado y encarcelado por unas leyes del
copyright que no están adaptadas a la realidad digital.
Hay quien pone en tela de juicio la moralidad de
lo que ha venido haciendo el dueño de Megaupload todo este tiempo
aludiendo a que se estaba lucrando con el trabajo de los demás. Sin
embargo esta “moralidad” viene condicionada por el marco legal,
la única diferencia es el contrato que hay de por medio; no es una
diferencia pequeña con la ley en la mano, sin embargo son la rigidez del
copyright y la escasa oferta las que no dejan más alternativas; no podemos
ignorar que MU no estaba perjudicando tanto a los artistas como a los
agentes, es la supervivencia de esos terceros la que peligra con el
intercambio de archivos; sin querer subestimar el protagonismo de
éstos, centrar el argumento únicamente en los autores me resulta,
cuanto menos, simplista.
Del mismo modo que hay una gran
diferencia entre haber o no un contrato asfixiante de por
medio; también hay una gran diferencia entre lo que es legal y lo
que es justo, y en mi opinión privarle a la sociedad de una
herramienta lícita sólo para favorecer a una industria que se muere
está muy lejos de ser justo.
Megaupload ha estado operando al borde
de la legalidad en un mundo con unas leyes al borde del surrealismo,
como hizo la mismísima HOLLYWOOD en su gestación cuando no
quería pagarle a Thomas Edison por sus patentes. Ambas tienen en
común que, a base de saltarse las normas del juego, han acercado la
cultura al pueblo en perjuicio de una pequeña élite, con la
excepción de que a una de ellas se le ha dado el poder suficiente
como para intentar parar el curso natural de las cosas.
Inseguridad jurídica.
A la espera de una sentencia el caso
Megaupload deja en el limbo a ciertas empresas online que siguen en
funcionamiento y desincentiva la creación de otras nuevas por miedo
a que se las pueda relacionar con infracciones del copyright. A lo
mejor todo vuelve a su cauce, pero de un modo u otro se ha sentado un
precedente muy peligroso y si finalmente se condena a Kim dudo que la
situación no vaya a peor en la red ya que otros sites como
Rapidshare, Mediafire o incluso Dropbox podrían ser los siguientes,
de hecho algunos ya están en el punto de mira de las autoridades
estadounidenses.
Los cyberlockers son un
instrumento perfectamente legal para el almacenaje y gestión de
archivos en la nube, que “algunos usuarios” los usen para
compartir archivos protegidos no la convierte en ilegal y, por lo
tanto, tampoco convierte en delincuente a quien la creo. Es como si
(y aquí viene el argumento populista) parasen de repente la venta de
cuchillos y empapelaran a sus fabricantes sólo porque “hay algunas
personas” que los usan para matar, si eso ocurriera pondría contra
las cuerdas a todos los fabricantes de utensilios potencialmente
peligrosos.
Cuando una persona usa una herramienta
para "el mal" siempre se persigue al individuo, ni a la herramienta, ni
mucho menos al que la fabricó; pero como en Internet resulta
imposible (por el volumen y por el derecho a la intimidad) ir a por
todas y cada una de las personas que usan este
tipo de páginas (50 millones diarios sólo en Megaupload) han
decidido mutilar sus derechos e ir directamente a por el facilitador.
Teniendo en cuenta que Megaupload no era un utensilio usado para
matar ni robar, sino para almacenar y copiar archivos a través
de una vía globalmente aceptada, la situación resulta poco menos
que absurda.
Si miles de millones de personas son
consideradas criminales por participar en un intercambio que aceptan
como algo natural, es evidente que hay algo en el sistema que no está
funcionando como es debido.
Los beneficios de la empresa de Dotcom,
así como las inverosímiles cifras “de perjuicios económicos”
que dice el auto de la detención que MU ha causado a la industria,
hacen que broten a la vez una pregunta sin respuesta y una respuesta
que las major se niegan a oír.
La pregunta es, si tantas ganancias
reportan este tipo de negocios online ¿Por qué la industria no ha
montado el suyo?
La respuesta a la que hacía referencia contesta a todos aquellos que ven a los ciudadanos como tacaños malhechores que lo quieren todo gratis, el
simple hecho de que los usuarios pagasen por los servicios Premium
de estas plataformas pone de manifiesto que los consumidores pagan por lo que consideran que vale la pena. Esto, que
resulta evidente para cualquiera con dos dedos de frente y un poco de
visión comercial, no resulta tan evidente para las multinacionales del entretenimiento.
El blackout que enfrió la
SOPA.
Aunque algunas personalidades de la red
consideran que es “pura casualidad” el hecho de que Kimble fuera
detenido el día después de que la presión social provocara
que 23 senadores retiraran su apoyo de la polémica ley, yo
soy más de la opinión de que nada que tenga que ver con dinero y
poder es fortuito.
Una operación así no se hace de la
noche a la mañana, eso es evidente, llevaban tiempo siguiendo los
movimientos del dueño del “imperio Mega”, por ello considero que
pensar que un hecho no tiene nada que ver con el otro es ingenuo, la
industria audiovisual necesitaba una cabeza de turco y contaban con
un “as en la manga”, la reacción ante la SOPA
fue un resorte y saltó en el momento justo. Sí, son divagaciones,
jugar al “y si”, pero, como he dicho, no creo en las casualidades
cuando hay tantísimo en juego.
En otro orden de cosas, la operación
del FBI deja en evidencia la obsesión por crear normas aún más
severas como la SOPA, la Protect-IP o el ACTA ¿Para qué es
necesario proponer este tipo de leyes si las actuales ya permiten
actuaciones como esta?
Megabox.
Mega
amenazaba con convertirse en una alternativa viable para competir con
las discográficas gracias a Megabox, un servicio de descargas
musicales que, en principio, obtendría sus ingresos de publicidad y
servicios de pago y remuneraría a los artistas con el 90% en función de
cuántas veces hubiera sido descargada su obra. Si esto recrudeció
las presiones de los lobbies para acelerar la actuación contra Kim
es algo que no sabremos nunca y no merece la pena divagar sobre ello,
lo que está claro es que este imperio no sólo incomodaba por las descargas.
Aunque por sí sólo esto no haga “tambalear los cimientos de la industria”, el mero planteamiento de un modelo así ya debería empezar a despertar conciencias.
Aunque por sí sólo esto no haga “tambalear los cimientos de la industria”, el mero planteamiento de un modelo así ya debería empezar a despertar conciencias.
El personaje.
Kim Schmitz no era
un santo varón precisamente, al menos no lo fue antes de montar sus
webs. Su biografía no deja lugar a dudas sobre ello, fue condenado
por abuso de información y malversación en 2002 y 2003
respectivamente y ya pagó por aquellos pecados. La discusión que se
plantea no debería tener nada que ver con el personaje, es mucho más
importante que todo eso; sin embargo, desde los medios, se nos ha
presentado a Kimble como un “villano de película”, se ha usado
su estilo de vida para menoscabar la trascendencia de la cuestión;
plantearse si lo que hacía era bueno, malo o cuestionable y las
consecuencias que pueda acarrear este caso para el futuro de Internet
no son cosas relevantes, lo relevante es que “era gordo y vivía a
todo tren”.
Si se hubiera tratado de alguien más “campechano” habría otras cuestiones, las verdaderamente importantes, sobre la mesa, pero su turbio pasado y su excentricidad lo han convertido en carnaza para el sensacionalismo.
No digo que sea culpable o inocente, eso lo decidirá un juez, ni mucho menos trato de salvar su reputación, sólo digo que la relevancia de lo ocurrido va más allá de las extravagancias de un hombre.
No digo que sea culpable o inocente, eso lo decidirá un juez, ni mucho menos trato de salvar su reputación, sólo digo que la relevancia de lo ocurrido va más allá de las extravagancias de un hombre.
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